3. Mi Malvado Hermanastro

Como ya me es costumbre, llegué puntual a la Tiendecita Blanca aquella calurosa tarde de febrero. Aunque generalmente, en las reuniones, me encanta llegar fashionably late, detesto esperar y hacer esperar a las personas.
El sol iba a ocultarse y las nubles del cielo milagrosamente despejado de lima estaban de un color anaranjado. No soy fan de los atardeceres pero ese en particular era muy bonito.

Pedí una mesa en la terraza pero con la menor vista hacia la calle posible. El local me gustaba mucho pero ver el Óvalo de Miraflores y los pasantes me estresa y me pone de mal humor. «Querida, uno tiene que dejarse ver, no ver a los demás» diría mi querido amigo Darío.

Sin tener necesidad de ver la carta yo ya sabía lo que iba a pedir. A penas se acercó el mesero con la carta se lo manifesté.

-Un capuccino, por favor. -dije con una sonrisa y mirándolo a los ojos.
-Sí señor.-respondió.

No era la primera vez que iba. Era aquí donde mi mamá tenía sus reuniones de negocios con sus clientas ricachonas y me llevaba como su asistente.

-Hola. ¿Tú eres el chico del chat?

Levanté la mira y me di cuenta que un comentario así sólo podía venir de una persona.

-Estúpido -dije con una media sonrisa en los sabios.
-Eh… prefiero que me llames por mi nombre.
-¿Cual de todos?
-El más conocido. ¿Me puedo sentar? ¡Me estás haciendo pasar roche, Antoine!
-Siéntate, chérie.

Fernando no acostumbraba llegar a la hora pero yo sabía que por mi hacía un esfuerzo.

-Llegas 5 minutos tarde.
-Sorry pero me salió un plan en el gimnasio… ¡Te cuento!
-A ver…

Después de pedir una agua mineral con una rodaja de limón, su clásica bebida, Fernando y yo comenzamos con nuestras clásicas confesiones. Hace muchos años atrás que cogimos esa costumbre. Nos citábamos en un bar o café distinto como mínimo cada mes para hablar de nuestras vidas, de nuestros problemas, de nuestros traumas de amor y de nuestros puntos.

La vida no había sido fácil para Fernando. Casi al final de la universidad y al enterarse de su homosexualidad, sus padres prácticamente lo echaron de casa cortando drásticamente cualquier vínculo con él. Tuvo que dejar sus estudios de arquitectura y conseguir un trabajo para poder sobrevivir.
Recuerdo haber hablado con mis papás para que me otorguen el permiso de que Fernando se quede en el cuarto de visitas hasta que termine su drama. Aunque nunca se hubiesen enterado ya que mis papás, en esa época felizmente casados, estaban viviendo en el extranjero. Las ventajas de ser hijo de un miembro del cuerpo diplomático es que tenía toda la libertad que quería cuando mis papás no vivían conmigo. Fue así que nació el apodo de «malvado hermanastro«.

Gracias a sus bases en arquitectura, a su nueva estabilidad y familia y a los consejos de su entorno, decidió estudiar decoración de interiores y aprovechar de los contactos que mi madre había dejado a su paso.
Al convertirse en mi roommate, muchas veces fui testigo de sus noches en vela por entregar los proyectos a tiempo y cumplir con el trabajo.

Casi antes de terminar su “nueva vocación” y con ayuda de mis siempre presentes padres, consiguió un trabajo como asistente de una decoradora de interiores bastante conocida en la alta sociedad del país. Aquel trabajo le permitió aprender mucho y ganar contactos muy valiosos que le ayudaron en el futuro.

Mi malvado hermanastro siendo gay no entraba en el estereotipo que se puede tener de un gay. Era bastante masculino, no se drogaba ni consumía sustancias ilegales. Su único vicio, como él le gustaba llamarlo, era el sexo. Y aparte de algunos excesos en ese sentido, llevaba una vida bastante sana. Iba al gimnasio como mínimo 4 veces a la semana, comía bastante sano.

Ante la gente que no lo conocía bien, se mostraba como un chico frío, callado y hasta déspota. Nunca le hablaba a gente que no estaba a su altura y era muy materialista. Muchos no lo podían ver por pasar como un chico alzado, engreído y frío. Por otra parte, los que lo conocíamos podíamos ver su lado tierno y preocupado. Lo que más resaltaba de su carácter era su humor negro, lo que lo hacía extremadamente compatible conmigo.

El y yo, por cosas de la vida, nos convertimos en familia. El fue quien siempre estuvo presente en todo el drama que acompañó el divorcio de mis padres y yo estuve allí cuando estuvo en la calle.

-Me han pasado la voz de una reunión caleta en un loft frente al Golf, querido hermanastro.-dijo al tomar el último sorbo de su agua mineral.-Me imagino que estarás libre.
-Para esas cosas siempre estoy libre. Además, creo que le voy a pasar la voz a un chico que acabo de conocer.
-¿Es caleta?
-Es un chico muy discreto y muy lindo. El otro día fuimos a tomar helados y la pasamos bien. Acaba de… aceptarse.-dije tratando de ocultar mi ilusión.
-Oh… ok. Ten cuidado con llevarlo allí. Se puede asustar al ver la loca que vive en ti.-Trató de molestarme con su típico tono burlón.
-Tarado.

Fernando ahora vive solo en un departamento de una zona chic de la ciudad y, fuera de su conducta sexual llena de excesos, vive una vida casi envidiable.