7. Yo Nunca
–¿Cuándo era que llegaban tus papás?
–La próxima semana–dije mientras Fernando sacaba una botella de pisco de una puerta de su cocina.
–Ok. Eso me da tiempo. Tengo que preparar un informe para tu madre con los recientes trabajos que he hecho para los clientes que me dejó.
–Ay, así cualquiera es decorador. -criticó Darío cortando los limones sobre una tabla de madera.
–¿Por qué no vas a ver si la gente en la sala necesita algo, Darío?–sugerí tratando de evitar la réplica de Fernando.
–¿Y estar con esas pasivas que has invitado? Ay, no querida. Paso.
Aprovechando que era una de las últimas noches que pasaba solo en la casa familiar, Fernando y Darío organizaron una reunión en el departamento de Fernando. Todo con el propósito de que me lleve a alguien a casa sin tener que limpiar las botellas vacías y los vasos rotos clásicos de cualquier reunión alcoholística.
Fernando había invitado a Francisco, Pedro y Benjamín, sus tres jóvenes candidatos para mi eventual revolcón. Él ya los había probado -como siempre- y me aseguró que los chicos sentados en la sala minimalista de su departamento sabían hacer sus cositas. Todos eran, para mi conveniencia, pasivos o modernos-pasivos muy dóciles si se les sabía tratar. Ante la revelación de la opción de los chicos, la protesta de Debora no se hizo esperar.
–¿Dónde están los hombres, querida? ¡Yo quiero hombres! HOM-BRES.
–¿Tú no invitaste a nadie?–le pregunté.
–Sí, pero no le dije a ningún punto mío. No quiero que me los robes.
–¿A quién le dijiste?–preguntó Fernando sacando el hielo de la refrigeradora.
–A Diego.
–¡¿Al cucufato ése?! ¡Ay, qué bruta que eres!–dijo Fernando disfrutando cada palabra.
–¡Es que es el único amigo que le podía gustar a Antoine!
–Queremos que Antoine se lo tire, cojuda. Diego sólo piensa en vestirse de blanco para su boda y Antoine NO quiere una relación.
–Este…. chicas, sigo aquí.–dije tratando de llamar su atención.
Diego era un chico simpático y medio inocentón. Darío lo conoció como siempre conocía a sus «amiguitos»: en un sitio de internet. El mimo día que Diego abrió su perfil y sin haber puesto foto, Darío lo contactó. Según Darío, poner foto era para pasivas y, en palabras suyas, sólo los hombres de verdad, caletas y activos quieren pasar con perfil bajo en ese tipo de páginas. En la misma semana se conocieron pero no hicieron nada. Rápidamente Darío se dio cuenta que era un chico medio cucufatón y que era mejor tenerlo como amigo. Después descubrió que Diego recién se había aceptado y que recién estaba saliendo a conocer lo que el mundo gay le tenía por ofrecer. A sus 22 años estaba entrando en este mundillo buscando ilusionadamente lo que todos buscamos de una manera u otra: un príncipe azul.
–A su edad yo ya me había tirado a medio Lima–dijo Fernando orgulloso mientras mezclaba los tragos.
–Tienes razón, Diego es todo un caso–confirmó Darío antes de tomar un plato con papitas y llevarlo a la sala.
Francisco, Pedro y Benjamín estaban conversando de una nueva serie que pasaba en el cable cuando Darío puso el plato en la mesa. Nosotros lo seguimos llevando los vasos de Chilcanos.
De los tres chicos, yo ya conocía a Benjamín. Salimos por insistencia de mis amigos un par de veces años atrás cuando él aún estaba en el colegio. Yo no quería nada con él pero ahora, al verme solo y sin «acción» por tanto tiempo mis amigos me lo pusieron para pasar el rato. Pedro y Francisco eran un par de chicos bastante bonitos pero un tanto huecos para mi gusto. Como decían mis amigos, era cosa de una noche.
Después de conversar un rato y escuchar un poco de música, los comentarios clásicos de mis amigos no se hicieron esperar.
–¿Y qué fue de tu salida con Adrián?–preguntó mi malvado hermanastro.
–No pasó nada. No hicimos nada–dije un tanto desilusionado.
–¡Ay qué aburrida! Ese tipo estaba más bueno… Te falta sexo, querida–dijo Darío muy a su estilo antes de comer una papa frita.
–Quién diría que tú estás comiendo papa… –contra ataqué.
–Ay mamacita, no seas cochina. ¡No hagas esas insinuaciones ante una señorita como yo! -dijo llevándose la mano al pecho, como exagerando una indignación.
–Como ustedes pueden ven, Darío es todo un personaje –comentó Fernando al ver las sonrisas de los chicos.
Tragos, risas y coqueteos con los ojos iban y venían. Al ver la situación, Darío propuso un plan que terminaría en una cosa inesperada para mi.
–Tengo una idea, chicas. ¿ Y si jugamos «Yo Nunca»?