4. Loft Story

No muchos fines de semana atrás, Fernando me comunicó sobre una reunioncilla de ambiente a la nos habían invitado.
«Sólo chicos caletas» decía el anuncio que me pasó Fernando por Facebook que invitaba a una fiesta en un exclusivo departamento de El Golf.

-¡Vamos! Uno nunca sabe cuando puedas encontrar al amor de tu vida, el príncipe azul con casa en Asia y camioneta del año que merecerá tu fidelidad. ¡Ese chico puede encontrarse allí! -me dijo mi malvado hermanastro por teléfono cuando lo llamé para pedirle más detalles de la supuesta reunión.

Antes de irme de Lima, más de 4 años atrás, mi grupo y yo solíamos frecuentar casi todas las reuniones -generalmente de la homosexual gente «bien» de Lima- donde nos invitaban. Muchas de esas noches de cacería nos salía algo y terminábamos en uno de los departamentos de mi familia.

Mi abuelo paterno hizo dinero comprando y vendiendo propiedades en Lima. Al morir, le dejó el negocio a mi padre quien se encargó de administrarlo con sabiduría y con puño de hierro. Nosotros llevábamos a nuestras conquistas de la noche a las propiedades que estaban remodeladas, pintaditas y listas para venderse o exhibirse a los compradores.

En realidad, los que más aprovechaban de las guaridas del clan familiar eran mis amigos y sus amantes bandidos. Yo me contentaba con quedarme dormido al borde alguna piscina o escribir viendo el amanecer reflejado en las enormes ventanas de las propiedades. No niego me enredé un par veces en las enormes habitaciones pero, con el paso de los años, eso me comenzó a aburrir. Fue ante aquella señal de mi inminente madurez que decidí coger mis maletas y tomar un vuelo a París donde permanecí 3 años alejado de una de las ciudades que me vio crecer: mi querida y bulliciosa Lima gris.

Acordamos encontrarnos en Vivanda de la Av. Benavides para comprar lo que íbamos a llevar a la reunión. Estábamos invitados y no nos habían exigido nada pero sabíamos que cada grupo debía llevar lo que iba a consumir y/o compartir con los demás.

Me topé con Fernando en la caja rápida, ambos teníamos la misma botella de vodka en la mano.

-No te preocupes. Yo cambio la mia. Guárdame el sitio-dije con una cara resignada. No me gustaba llevar o tener lo mismo que los demás. Mi malvado hermanastro ya sabía lo especial que podía llegar a ser.
-Puta, qué jodido que eres-dijo con su clásico tono burlón.

Después de pagar, con botellas de jugos, una de vodka y una de whisky etiqueta negra en nuestras bolsas de plástico, procedimos a planear la noche sentados en una de las mesitas con vista al casino.

-¿Ya llegó tu cuero? -preguntó inspeccionando discretamente los alrededores.
-Hoy lo vas a conocer. Es un chico muy lindo.-comenté tratando de ocultar mi emoción.

Adrián llegó unos minutos después y tuve que hacer la presentación respectiva. Darío, para variar ya tenía 15 minutos de retraso.

-Le hubieras dicho que nos íbamos a encontrar aquí a las 8:30pm para que llegue a las 9pm como todos nosotros.-dijo Fernando refiriéndose a la ausencia de Darío.-Tú ya sabes que es bien tardón. No sé porqué acepté que le pases la voz…

A las 9:19pm llegó Darío, más Deborah que nunca. A penas nos vio, su mirada se centró en Adrián. El poco de celos que sentí fue rápidamente reemplazado por una gran sonrisa al ver la forma de caminar algo afeminada de Darío.

-Dios… -murmuró Fernando con un aire de sorpresa.
-Gracias querido, pero tú me puedes llamar Darío. ¡Hola Antoine!

La rivalidad entre Fernando y Darío podía parecer extraña y hasta violenta para cualquier persona que no los conocía pero la situación podía explicarse de una manera muy simple: Fernando y Darío tuvieron una «relación» hace un tiempo atrás. En ese entonces, Darío era exclusivamente activo y «forzó» a Fernando a asumir un rol que él prefería cambiar según su humor y su pareja sexual del día -o de la noche-.

Cuando estuvimos todos juntos y después de hacer la presentaciones obligatorias, nos subimos a la camioneta de Adrián.

-¡Quiero ver hombres! ¡Quiero un negro que me agarre tan fuerte que me deje en silla de ruedas!
-Ay Antoine, ¡¿Para que lo trajiste?! ¡No nos van a dejar entrar a la reunión! ¡¿No recuerdas que es una reunión de chicos CALETAS?!
-¡Oye, no me jodas! ¡Yo sé comportarme si quiero!

Adrián sólo se limitaba a sonreír detrás del volante ante el cómico intercambio de palabras de la ex pareja.

Al llegamos y subimos al piso 12 de un edificio frente al Golf. Sonamos y un desconocido nos abrió la puerta. Lo saludamos indiferentemente y entramos los 4 en fila india. Perfectamente alineados y con bebidas importadas en las manos, todos se nos quedaron mirando. Es realmente imposible entrar a una reunión gay y que no se te queden mirando. Seas bonito, feo o normal, todos siempre tienen que voltear a verte. ¿Quién eres? ¿Qué tienes puesto? ¿Estas repitiendo ropa? ¿Te tengo en mi msn? ¿Ya tiramos? ¿Qué opción tienes? ¿Qué has traído? ¿Con quienes te juntas?

-¡Hola! ¡A los años!-decían algunos conocidos que cruzábamos entre la puerta principal y la cocina.

Al comenzar a dejar las cosas me di cuenta que el único que permanecía a mi lado y con cara de asustado era Adríán.

-¿Estás bien?-pregunté mientras abría la refrigeradora para guardar las botellas.
-Sí, sólo que… nunca había visto tanta gente… gay…. junta.-dijo en voz baja y con las manos en los bolsillos.
-¿Te gusta alguien? ¿Cuál quieres? ¡Yo te los presento si quieres!-dijo al reaparecer Fernando con 4 vasos en la mano.
-¿Y Darío?-pregunté dándole la botella a Fernando.
-Cerca a la computadora. Creo que va a cambiar la música.

En efecto, Darío se encontraba cerca a una laptop conectada a unos parlantes recubiertos de boas de plumas rosadas y vasos vacíos. Una canción Scissor Sisters estaba sonando pero yo sabía que a Darío le gustaban las cosas más… animadas. Más gays.
Al comenzar a servir el whisky, escuché un remix de Lady GaGa -bastante bueno por cierto-, levanté la mirada y vi a Darío bailando al lado de Adrián quien permanecía paralizado ante tal demostración de mariconada.

-Sirve, querida. ¡Sirve! ¡Hoy me quiero emborrachar y tú también vas a terminar borracha!

Fernando se limitaba a observar la situación discretamente y con una gran sonrisa en los labios.

-¡Un brindis!-se pronunció Fernando para no explotar de la risa. -Por que esta noche nos levantemos a alguien.
-¡Por los hombres grandes y fuertes!-exclamó Darío levantando su vaso.
-Por el gusto de estar reunidos otra vez -dije.
-¡Salud!

Senti el alcohol bajar por mi garganta y supe que iba a ser una buena noche.