11. I’m Back

por Antoine

-¿¡Me estás jodiento?! – exclamó mi malvado hermanastro al enterarse de mis más recientes noticias.
-¿Qué tiene?- repliqué poniendo una sincera cara de inocencia.
-Sí, Antoine. ¡Tampoco entiendo cómo es posible que no hayas esa serie! Es, como que, LA serie culto gay – se pronunció Darío ante mi confesión aquella mañana de leve resaca dominguera.
-Lo sé, muchos dicen lo mismo.

Aproveché que teníamos un desayuno pendiente con los chicos para invitarlos y actualizarles un poco sobre mi vida. En los últimos meses había dejado de lado a mis amigos por muchas cosas que pasaban por mi cabeza: la enfermedad de mamá, el trabajo, una relación -y su correspondiente término- y mis inexplicables ganas de ser antisocial. Todo eso explica -pero no justifica- mi desaparición y descuido de este blog.

La salud de mamá había mejorado enormemente. Ella ya no estaba en Lima. Durante su tratamiento, decidió escapar para evitar que la gente le preguntara sobre su enfermedad. Mi madre siempre fue una mujer fuerte y no podría soportar que las personas la vieran débil. Ahora, ella y mi padre, se encontraban paseando juntos y relajándose. De vez en cuando, y para complementar sus llamadas por Skype, me mandaban una que otra postal. Creo que la enfermedad les sirvió a mis padres para estar más unidos. Es como si se  hubieran puesto de acuerdo para combatir a un enemigo en común. Antes de tener la enfermedad, ellos no estaban tan juntos. Ahora es como si se hubieran vuelto los mejores amigos del mundo. Por algo pasan las cosas, como dicen por ahí.

El segundo punto que me mantuvo alejado fue una relación. Aquella me obligó -o, más bien, me dejé obligar- a perder el contacto con mi círculo de amistades. Salí con un chico que, si bien al principio se pintaba como bueno, resultó siendo todo un desconsiderado. Después de una relación formal de más de un año, decidí romper con él. No porque yo no lo quisiera, sino porque él se había vuelto el centro de la relación. Al final, hice de tripas corazón, me tragué mi tristeza y le dije para terminar.
Esa situación amorosa me ayudó a darme cuenta de que mi mayor virtud era también mi mayor defecto. Cuando estoy en una relación tiendo a olvidarme completamente de mí para dedicarle el 90% de mi tiempo al bienestar de la otra persona. Eso puede está bien, lo malo es que la otra persona se acostumbre a recibir atenciones sin dar nada a cambio.
Afortunadamente pasé el papel de tonto por algunos meses. La ruptura no fue NADA fácil. Ahora todavía siento cosas en el estómago cuando me cruzo con sus fotos en las redes sociales pero ya todo está mejor. La ruptura hizo que me dedicara más a trabajar para olvidar lo que sentía. Trataba de ocupar mis horas y mis días para no pensar. Desgraciadamente, sí sentía y pensaba. El sentimiento de soledad me invadió tanto, que decidí alejarme de todo para adentrarme en mí mismo, hacerme un auto-análisis y poder superar todo. Luego de unos meses, retomé contacto con mis amigos y volvimos a ser los mismos de antes.
Obvio que ese proceso me ayudó, ahora tengo una nueva mentalidad y un poco más fuerte.

-¿Pedimos la cuenta? -preguntó Fernando al terminar de escuchar una anécdota de la vida amorosa de Darío.
-Sí, vamos. Tengo un par de cosas que hacer en casa -accedió Darío al sacar su billetera.
-No chicos, yo invito.

Fernando y Darío se miraron extrañados pero algo dentro de mí me dijo que entendía que el hecho de pagar la cuenta era una especial de disculpa por dejarlos abandonados tanto tiempo.

-Está bien -dijo Fernando- pero Darío, tú deja la propina, no seas conchuda. Y en efectivo, no queremos que se la mames al mozo… otra vez.
-¡¿Otra vez?! -pregunté algo inocente justo antes de comer el último croissant.
-Larga historia, ya luego te la cuento -dijo Fernando con una malévola sonrisa en los labios.
-Ay, qué pesado… -Darío abrió su billetera, sacó un billete y lo puso en la mesa.

Salimos del café y Darío se me acercó como para despedirse.

-Me dio gusto verte y saber que estás bien, querido- dijo Darío- no te pierdas, ¿ya?
-Ya, a mi también me dio gusto verte. Tampoco te pierdas, ¡perdida! -dije sonriendo ligeramente un poco avergonzado porque familias observaban la escena desde dentro del café donde tomamos desayuno.
-Nos vemos -dijo Fernando al estrecharme la mano y darme una mirada que expresaba perfectamente el sentimiento de satisfacción al verme otra vez salir con ellos.
-Nos vemos pronto, ¿ya? -dije como para asegurarles que no me volvería a desaparecer.

Nos fuimos en direcciones separadas. Mientras abría la puerta de mi auto, me di cuenta de lo afortunado que era por tener amigos que se preocupan tanto por mi desaparición pero que nunca invaden mi espacio. No pude evitar sentirme un imbécil por dedicarle tanto tiempo a una persona que no valía la pena cuando tenía amigos que sí merecían que esté con ellos.

Pendí el auto, me miré por el retrovisor y sonreí.

I’m back.